La primera comunicación

Había un mar y unos pocos árboles tras la playa. Y más allá una llanura y luego un lago rodeado por un bosque. Y, por fin, la montaña.
El habitaba el pequeño bosque, más allá del lago. Ella había construido su refugio cerca del mar, casi sobre la playa. Ella pescaba para alimentarse, él cazaba. Él tenía que guarecerse de la lluvia, ella buscaba cómo defenderse del viento.
Y, por la noche, los dos parecían soñar. Aún no existía el lenguaje, pero alguien, alguien llegado de otra realidad, hubiera dicho que en aquel momento los hechos del día se iban convirtiendo en palabras no dichas todavía, palabras con las que almacenar pensamientos y sentimientos.
Pero ese alguien no existía. Sólo había dos humanos que no podían buscarse porque ninguno de ellos tenía experiencia del otro.
Una tarde hizo más viento que de costumbre y ella, huyendo del aire y de las olas que levantaba, tuvo que aventurarse más allá de lo que creía el final de su mundo permitido.
Esa tarde llovió de tal manera que el agua que caía de las ramas de los árboles expulsó al hombre del espacio que controlaba para llevarle más allá del lago.
Y de pronto se vieron. Ambos percibieron una forma nueva, pero familiar, que no se identificaba ni con los animales que él cazaba ni con los que ella pescaba.
La forma parecía tener algo de lo que él veía reflejado en las aguas del lago cuando se inclinaba para beber; algo de lo que ella contemplaba en el agua quieta que quedaba entre las rocas cuando buscaba caracolas.
Y, al verse, se quedaron quietos. La sorpresa, el miedo y la impaciencia se mezclaron con el viento y la lluvia de la tarde tormentosa.
Lentamente, muy lentamente, se aproximaron. Ella a él y él a ella.
Y los brazos se separaron del cuerpo. Y las manos fueron a tocarse suavemente, con precaución, con curiosidad, con deseo.
Luego buscaron lo que no era igual en ellos, lo que los distinguía.
Y, tras las manos, se entrelazaron los cuerpos.
Alguien llegado de otra realidad hubiera dicho que, desde el principio de los tiempos, todas las noches él había pensado en ella y ella le había soñado. Aunque todavía no se lo hubieran dicho.