Te mando un beso


El aire se hacía denso y revoloteaba a mi alrededor.  Parecía como si una mariposa se hubiera envuelto en transparencias y juguetease a que la  persiguiera sin quedar en ningún momento atrapada en mi red.
Me sentía gratamente envuelta por algo sin olor, sin límites, invisible, pero con sabor dulce a rima perfecta. No era capaz de definir lo que estaba ocurriendo, pero algo pasaba, algo se movía, algo se desplazaba allá donde yo iba, algo trataba de posarse en mi corazón. Algo buscaba un resquicio de locura para materializarse en el centro de mi yo.
Nada lo impedía salvo mi desconfianza, mi inseguridad, mi sorpresa. Cuando la sensación comenzó a ser algo natural, empecé a confiar. Y entonces el aire se hizo mariposa y la mariposa se hizo verso y el verso se hizo beso. Y se posó en el centro de mi corazón.
Mi amiga me había dicho: “Te mando un beso. Ahí va”.