martes, 14 de septiembre de 2010

A propósito de las horas lectivas

Si alguien de mi entorno educativo puede decirlo, soy yo: once horas de clase semanales ( de “horario lectivo” en nuestro argot profesional) permiten tomarse las cosas de forma distinta.
Me imagino que si el horario lectivo de la generalidad de los profesores en la ESO fuera de once horas, la educación se encarecería mucho y la dimensión económica del sistema educativo no se puede obviar.
Pero, puedo afirmar que, cuando se trabajan 35 horas semanales, con once lectivas queda tiempo para preparar las clases, “inventar” metodologías apropiadas, trabajar con los chavales de carne y hueso que tenemos aquí (no con los chavales-tipo que nos hemos creado), pensar, leer, seguir formándose, trabajar en equipo, evaluar nuestro trabajo y corregirlo,… y llegar fresco a clase, dispuesto a acompañar a los chavales en su crecimiento y preparación para el futuro.
No se si sería tan caro como se presupone. Dicen que la nuestra es una de las profesiones con más bajas, es decir, con mayor número de trabajadores sustitutos. ¿Cuántos harían falta con una reducción importante de las horas lectivas?
Y no me olvido de la flagrante injusticia que a este nivel se está cometiendo con el profesorado de la privada que (por menor salario) trabaja casi un 30% más de horas lectivas que el de la pública.
Este sería otro capítulo: el capítulo que relaciona la educación con la empresa, los contratos, los convenios. Todo irá saliendo.
Que un curso es largo y sólo me queda uno para jubilarme. Por eso, la gracia (negociada en convenio) que se me hace (y que he trabajado) de reducir las horas lectivas a la mitad.

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